Por: Camilo Porto Rojas
Este 1° de julio, las argentinas y argentinos conmemoramos un nuevo aniversario del pase a la inmortalidad de quien fuera el más grande líder político de la historia de América.

Este 1° de julio, las argentinas y argentinos conmemoramos un nuevo aniversario del pase a la inmortalidad de quien fuera el más grande líder político de la historia de América.
Juan Domingo Perón nacía un 8 de octubre de 1898, a fines de un siglo que vio en América florecer la insurgencia colectiva de los ejércitos patriotas de Simón Bolívar y José de San Martín, primero, y el trágico desenlace del proyecto americano a manos de las oligarquías regionales que, bajo la dirección de la Corona Británica, ejecutaron la balcanización de la gran Nación Iberoamericana, la persecución y exterminio de las fuerzas populares y la creación de una veintena de repúblicas sin historia común, después. Perón nacía en el punto exacto de la culminación de la era de las hegemonías oligárquicas y el resurgimiento de la insubordinación americana que pronto daría sus frutos en el Sur del continente.
En su juventud, sería testigo de los grandes cambios que se producirían en América y el mundo. La irrupción de nuevas formas políticas de diversos orígenes ideológicos bajo el concurso masivo de las grandes mayorías nacionales en las naciones atrasadas de Europa, la conciencia de que aquel atraso se debía exclusivamente a la influencia de las grandes potencias europeas en sus economías y las incipientes insurgencias de las naciones tercermundistas contra el sistema neocolonial, forjaron en la virtuosa inteligencia del joven estudiante del Colegio Militar de la Nación las primeras aproximaciones de lo que sería el basamento de sus ideas posteriores: “Ha terminado en el mundo el reinado de la burguesía. Comienza el gobierno de los pueblos. Con ello el demoliberalismo y su consecuencia el capitalismo han cerrado su ciclo, el futuro es de los pueblos. Queda el problema de establecer cuál es la democracia posible para el hombre de hoy, que concilie la planificación colectiva que exigen los tiempos con la garantía de libertad individual que el hombre debe disfrutar inalienablemente.”
Desde la irrupción misma de la revolución del 43’, el entonces Coronel Perón decidió abandonar toda aspiración a cargos mayores en el Gobierno: comprendía a la perfección que la clave estaba en trabajar con la Clase Trabajadora. Mediante un inmenso trabajo militante, Perón avocó la Secretaría de Trabajo y Previsión al desarrollo de políticas sociales, promoción de derechos y organización popular. Esta tríada virtuosa se tradujo rápidamente en una inmensa adhesión de las clases subalternas, castigadas durante décadas por las políticas oprobiosas de los partidos de la Oligarquía. Los fusilamientos de la Patagonia y los sangrientos días de la Semana Trágica aún seguían frescos en la memoria del Pueblo Trabajador que veía, entre absorto y entusiasta, como el Coronel Perón subvertía el aparato estatal en favor de las huelgas, legalizaba las asociaciones profesionales, reglamentaba el trabajo agrario mediante el Estatuto del Peón Rural, establecía el aguinaldo, las vacaciones pagas y la indemnización por despidos injustificados, entre otras conquistas. La figura del Coronel fue desplazando todo tipo de representación político-partidaria de los círculos sindicales. Los partidos tradicionales, las instituciones liberales, la academia, la intelectualidad, en fin, los doctores y “pichones” de doctores de la opulenta Ciudad Puerto observaban aterrados la inmensa representación que crecía día tras día en derredor de Perón. Fue tiempo entonces de detenerlo. Los resultados que aquella acción pergeñada por los poderosos para frenar el avance de las masas hacia el poder estatal son bien conocidos. El estallido del 17 de octubre estaba a la vuelta de la esquina.
En este aniversario, las voces de nuestras compañeras y compañeros suelen detenerse en el homenaje al hombre, a su ciclópea tarea de gobierno, a la extraordinaria proyección iberoamericana que significó el ABC (etapa embrional de las actuales formaciones supranacionales como UNASUR, MERCSUR y CELAC), a la heroica resistencia que inspiró desde el exilio tras el golpe genocida de 1955, al “luche y vuelve”. En este breve homenaje, evitaremos entrar en detalle acerca de estos y otros puntos habida cuenta de la inmensa cantidad de material que ya se encargará –y muy bien– de ellos. Preferimos detenernos en el detalle de un factor decisivo que resultaría trascendente para la formación de las inmensas organizaciones libres del Pueblo que llegarían a la Argentina para quedarse a disputarles el poder a los enemigos de afuera y de adentro de la Nación.
El pensamiento de Perón es de las más valiosas herramientas de liberación que haya dado nación alguna a los pueblos que luchan por emanciparse. Uno de los puntos centrales al respecto fue expresado por el entonces Coronel horas antes de ser detenido por los enemigos del Pueblo. Tras haber renunciado a su cargo en la Secretaría de Trabajo y Previsión, se detuvo en las puertas del viejo edificio para dirigirse hacia el puñado de trabajadoras y trabajadores allí presentes. En aquella ocasión, Perón lanzaría una consigna que estructuraría la fisonomía de las organizaciones populares en la Argentina: “Pensamos que los trabajadores sólo deben confiar en sí mismos y que la emancipación de la Clase Obrera está en el obrero mismo.”
“Pensamos que los trabajadores sólo deben confiar en sí mismos y que la emancipación de la Clase Obrera está en el obrero mismo.”
Años después, Perón completaría la formula, explicando en su trabajo “La hora de los Pueblos” los fundamentos de aquella proclamara radical:
“El demoliberalismo burgués con sus caudillismos y sus partidos políticos, no podrá jamás superar al Peronismo. (…) Los partidos demoliberales pertenecen ya al siglo XIX y han sido superados por la evolución que con el tiempo, ha de hacerlos desaparecer en nuestros países (…) La fuerza del Peronismo radica en gran parte en que constituye un gran movimiento nacional y no un partido político. (…) Por eso el Peronismo ha podido resistir a la violencia gorila, como a la insidiosa "integración" que intentó el gobierno que le sucedió y está resistiendo con éxito a todos los esfuerzos de disociación de la actual campaña que intenta el "Gobierno".
Nuestros enemigos, que vienen del sistema demoliberal, traen con ellos, de una época política que ha sido superada por el tiempo, los viejos esquemas de una escuela caduca y por eso se sienten superados por el peronismo que representa una etapa nueva: la de los grandes movimientos nacionales que estamos viendo surgir en todas partes donde existe progreso y evolución.”
El pensamiento de Perón en derredor de la lucha política era claro y preciso: los partidos políticos habían cumplido su función en tiempos en que la acción política era privilegio de las minorías. La escasa representación de éstos en tiempos de los grandes movimientos nacionales resulta estéril a los fines que las mayorías persiguen. La advertencia del Coronel Perón aquel 10 de octubre no fue hacia los trabajadores; estaba dirigida al conjunto del sistema político en decadencia: “sólo el Pueblo salvará al Pueblo”. Sería la Clase Trabajadora afirmada en sus organizaciones la única capaz de liberarse de la dependencia a la que el poder oligárquico la sometía. No saldría pues de los partidos ni de los gobiernos más o menos populares la respuesta, sino del seno mismo del Pueblo organizado.
Los embates contra la figura de Perón no fueron sino la expresión de la furia oligárquica y de los imperialismos contra la representación de las grandes mayorías nacionales. No fue aquel 17 de octubre del 45’, sino cinco días antes cuando la opulenta y ubérrima oligarquía pampeana comprendió que el tiempo de su hegemonía había terminado para siempre: “…sólo deben confiar en sí mismos…”, fue la frase que condenaría a aquel hombre para siempre. Aquel “pecado original”, inadvertido por la historiografía clásica, oculta en su simple enunciado una potencia inimaginable para quienes comprenden la política en los términos convencionales. Todo el sistema institucional argentino se ordena en función de impedir la autodeterminación popular.
La frase “el Pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes”, inmortalizada en el artículo 22 de nuestra Constitución Nacional es la expresión cabal de lo que aquí expresamos. La elección de las palabras no es inocente, expresa la decisión de los constituyentes de limitar la participación popular en los asuntos de gobierno. Las organizaciones libres del Pueblo han expresado a lo largo de su historia absolutamente lo opuesto a los postulados doctrinarios de nuestra constitución liberal.
Por tal motivo, se las castiga y persigue; por tal motivo, se intenta regular su capacidad creadora; por tal motivo han atacado sus cooperativas, desfinanciado sus emprendimientos, limitado el alcance de sus radios, desatendido sus comedores. La organización popular ha demostrado, a 46 años del fallecimiento de su máximo defensor, ser capaz de gestionar una empresa recuperada, de armar una cooperativa rentable, de alimentar y educar a los niños y niñas olvidados por el Estado, de coordinar programas de asistencia social, de generar una inmensa red de contenidos culturales, de construir hogares, de cuidar ancianos, de luchar por sus derechos y hasta de vivir sin patrón.
"El rasgo saliente de este papel histórico de Perón –decía el pensador nacional Juan José Hernández Arregi– es que nuclea alrededor de su personalidad política a las masas argentinas en proporción inversa al rechazo unánime que provoca en las clases antinacionales, que en él, por tanto, no atacan a un hombre, sino al proletariado nacional, la única clase que, por su génesis social y por su papel en la producción, enfrenta sin capitulaciones al Imperialismo". El odio hacia la figura del General Perón es el odio contra la organización de las clases populares. Por tal motivo, recordar su inmensa figura implica reflexionar en derredor de su pensamiento al respecto de los Movimientos Populares. La actual situación del Proyecto Nacional y Popular presenta desafíos de envergadura. En la resolución de estos, deberán estar presentes las organizaciones libres del Pueblo en toda su amplitud. Solo así se honrará verdaderamente la memoria del General. Solo así haremos carne de su legado histórico: "mí único heredero es el Pueblo".