Por: Sebastián A. Hayes - Economista
En las últimas semanas han sobreabundado los análisis económicos respectos a la situación que atraviesa el país. Lejos de ser una exageración, la actual coyuntura, que ofrece una inflación que acumula en los últimos ocho meses un 24,3% y 34,4% en el último año, sumado a una devaluación de la moneda nacional de más del 100% en los últimos doce meses, invitan a la reflexión.
Los múltiples efectos que tienen dichas variables sobre la economía suelen desvirtuar el debate y lo alejan de sus reales causantes estructurales, los cuales se libran en la arena de la distribución del ingreso. Tanto la inflación como la devaluación provocan una redistribución del ingreso desde los asalariados hacia el sector concentrado del capital. Pero la devaluación y la evolución de los precios tienen vínculos muy estrechos, en consecuencia el proceso redistributivo no es estático, sino que tiende a espiralizarse y para volver a estabilizarse alguna variable debe ser flexible. En el actual modelo económico de Argentina, dicha variable es precisamente el salario.
Por un lado los ingresos de los trabajadores se ven deteriorados en términos reales por la pérdida del poder adquisitivo vinculada a una mayor inflación. Pero al mismo tiempo, sus salarios sufren desvalorización en dólares, por la constante devaluación del peso respecto al dólar. De esta forma, el salario se ubica lejanamente en el tercer lugar de esta carrera, muy por detrás del tipo de cambio y la inflación.
Es precisamente en este punto que cobra relevancia agudizar la mirada sobre el problema y preguntarse qué lugar ocupa, o mejor dicho, qué relaciones y componentes involucra el salario en las economías capitalistas en general y en la argentina en particular.
Partiendo por el alcance que comprenden el término, el salario es la forma que configura las relaciones entre el capital y el trabajo. Como tal comprende desde la organización del trabajo hasta los modos de vida y las modalidades de reproducción de los asalariados.
En este sentido, poco importa desde el punto de vista sistémico si el trabajador está empleado o desempleado, si está en actividad o es jubilado, si está en relación de dependencia, es cuentapropista o trabajador de la economía popular. El salario constituye el proceso de socialización de su actividad laboral dentro del capitalismo y las formas institucionales que rijan su determinación para todas esas variantes en las cuales podemos encontrar a los trabajadores dan cuenta de las formas de control que se pretenden para los trabajadores y como tal representa una definición política.
Es así que las formas instituidas para desenvolver la organización del mercado de trabajo influirán en la determinación del salario, pudiendo modificar las condiciones de vida del sector obrero del país, para mejor o no.
Volvemos así al punto de partida, para comprender mejor el lugar que ocupan la elevada inflación y la constante devaluación del peso en el modelo económico del gobierno nacional. El noeliberalismo propende el establecimiento de reglas monetarias rígidas, como podría ser la dolarización, y reglas salariales flexibles. Este último punto encuentra en Argentina una imposibilidad social de realizarse por la vía jurídica, esto es, la reforma laboral. En consecuencia, la política económica tiene entre sus objetivos realizarlo mediante el mercado. Habida cuenta de ello, la inflación y la devaluación son para el gobierno, al menos en esta etapa, aliados para la reducción del salario y las modificaciones de las condiciones en las cuales se socializa el trabajo dentro del capitalismo argentino, en desmedro de este.